Asma Y tabaco

Cuando alguien con asma fuma puede empeorar su enfermedad: aumentan los síntomas (tos, ahogo, silbidos en el pecho), el número de crisis es mayor y reduce la respuesta al tratamiento inhalado.

Las personas con asma expuestas al humo del cigarrillo suelen tener más síntomas que los que no fuman, la tos es más intensa y persistente y la falta de aire es más frecuente. Esto hace que, a pesar de la medicación, el asma no pueda ser debidamente controlada, aumentando el riesgo de concurrir a la guardia o requerir internación por una crisis de asma. Si se continúa fumando durante muchos años, el asma puede progresar e incluso aumentar en su severidad, con la posibilidad de que sea muy difícil de controlar.

Las personas con asma que fuman pueden tener menor respuesta al tratamiento con corticoides inhalados.

El tabaco inflama los bronquios, lo que impide que actúe correctamente la medicación inhalada. Esto se revierte cuando se deja de fumar: el asma mejora, los síntomas se alivian y se necesitan menos dosis de medicación para el asma.

El hábito tabáquico no sólo perjudica a los asmáticos que son fumadores sino que también trae inconvenientes para los niños con asma que se ven expuestos al humos de cigarrillo en su hogar ya que presentan más posibilidades de desarrollar bronquitis, neumonías, otitis y de agravar sus síntomas por el asma.

Es aconsejable no fumar en lugares cerrados, ya que las partículas tóxicas que contiene el cigarrillo son muy livianas y permanecen en el aire por más de dos semanas, por lo que pueden inhalarse durante todo ese período.

Si tenés asma y fumás, pedí ayuda a tu médico para dejar de fumar. También podés comunicarte con el 0800-999-3040 (Ministerio de Salud) para conocer quién y cómo te pueden ayudar.